En nuestro estudio, la conceptualización es mucho más que un paso inicial: es el corazón de todo lo que hacemos. Antes de hablar de formas, materiales o sistemas, nos sumergimos en una búsqueda más profunda: encontrar el hallazgo que unificará todo el desarrollo del proyecto. Ese hilo invisible que conecta lo que se quiere comunicar con lo que las personas necesitan experimentar.
No creemos en fórmulas ni recetas predefinidas. Cada espacio, cada proyecto, trae consigo su propio universo, sus propios valores, y su propia manera de retribuir al mundo. Y nuestro trabajo es el de detenernos lo suficiente para escuchar ese universo, entenderlo en su totalidad: lo simbólico, lo emocional, lo funcional, lo humano. Un proceso de "sastrería a medida" para cada contexto, para cada idea, para cada marca.
Conceptualizar: Cavar para encontrar la esencia
Para nosotros, conceptualizar es como cavar: despejar lo superficial, escarbar en las capas de lo evidente hasta dar con esa esencia clara y sólida que guiará cada decisión de diseño. Es lo que permite que todo en el proyecto tenga coherencia, que no haya nada puesto al azar, que cada elemento dialogue con los demás. Lo que surge de la conceptualización es una estructura sólida que mantiene al proyecto centrado, alineado y en constante conexión con su propósito.
Desde la Raíz: el caso de zarcillo infinito
Tomemos como ejemplo el concepto que dio origen a todo el desarrollo de un proyecto muy especial para Viñedos Veramonte. Este proyecto no fue solo un desafío de diseño; fue un hallazgo profundo que nos permitió ver la viña de Casablanca de una manera completamente diferente.
Aunque el escenario era una viña, decidimos no seguir el camino obvio. No queríamos hablar simplemente de la uva o del vino, como se suele hacer en estos casos. Sabíamos que había una historia más profunda, un relato que nos conectaría con la experiencia misma de la viña y su manera de producir vino orgánico.
Ahí apareció el #zarcillo. Esa ramita curvada, que crece en direcciones opuestas, proyectando el crecimiento de la vid, se convirtió en la metáfora perfecta para lo que queríamos transmitir: la esencia misma de lo que es vivir el vino, más allá del producto final. El zarcillo no solo crece, sostiene. No solo se expande, guía.
Del concepto a la realidad
Diseñamos una instalación que no solo fuera una vitrina más. Creamos un lugar que invitaba a explorar. Y para ello, nos inspiramos en las analogías de la naturaleza, buscando una conexión directa entre lo orgánico de la viña y lo orgánico de lo que gesta el fruto.
El sistema visual y espacial se convirtió en un guía para el visitante: suave, rítmico e infinito. Así como el zarcillo guía el crecimiento de la vid, la instalación guía al visitante a través de la experiencia. La forma del zarcillo, con su curva, te abraza, creando un flujo natural que acompaña al visitante en cada paso.
Una vez que el concepto aparece, lo demás fluye de manera orgánica. Las formas lo traducen, los materiales lo encarnan, la narrativa lo expresa y, finalmente, la experiencia lo confirma. Y todo cobra sentido.

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